Hace unos meses me topé con
esta imagen publicada en uno de los periódicos de mi ciudad. Si bien no sé con
exactitud cuál es la intención de esta frase, lo que sí puedo argumentar
es que está mal planteada.
“Ser único es una virtud”,
la frase alude a la intención de hacer conciencia de que todas las personas
somos únicas y que por ello somos valiosas. La intención es buena pero se
pierde al poner la unicidad del ser a la sombra de la virtud.
Me explico. Para entender
mejor lo que quiero decir partamos de lo que algunos autores dicen sobre la virtud y sobre la unicidad (ser únicos) del
ser.
· *
Aristóteles
Aristóteles define la virtud
como la excelencia (αρετή), interpretada ésta no como una pasión sino como una
acción, según los principios de su Física y Metafísica. Así, la virtud es la
acción más apropiada a la naturaleza de cada ser, el acto más conforme con su
esencia.
Partiendo del pensamiento aristotélico
que considera que el alma se divide en dos partes, así también consideraremos dos
tipos de virtudes: Las virtudes éticas las cuales ejercen sobre la parte irracional
del alma; y las virtudes dianoéticas correspondientes
a la parte racional del alma.
Sin
embargo la parte irracional del alma
debe seguir los dictados de la parte racional, por consiguiente las virtudes
éticas responden en excelencia al comportamiento guiado por la parte racional
del alma.
No
entraré mucho en detalle sobre estas dos virtudes que Aristóteles menciona ya
que me llevaría todo un tratado, pero sí haré mención a lo más relevante de
cada una de ellas para mayor comprensión de lo qué es la virtud.
Virtudes
éticas
En
el libro II de la Ética a Nicómaco, Aristóteles, define la virtud ética: «la virtud es una disposición adquirida de
la voluntad, consistente en un justo medio relativo a nosotros, el cual está
determinado por la regulación recta y tal como lo determinaría el hombre
prudente.»
Partiendo
de esta definición la virtud ética es un hábito, no un don de la naturaleza.
Aristóteles contradice a Sócrates negando la posibilidad de que la virtud moral
pudiera ser susceptible de una elaboración científica. Con esto pretende
enfatizar el papel que las pasiones juegan en la realización de una vida
virtuosa, ya que muchas veces las pasiones obstaculizan a la virtud, aun a
sabiendas de que no es lo mejor. Dado esto la moralidad no pertenece únicamente
al orden del logos (λογος),
sino también a la pasión y a las costumbres (ἔθος raíz griega de la palabra
Ética). Podríamos decir entonces que la moral requiere de una educación,
principalmente mediante el ejemplo, que tenga como principal objetivo
introducir la razón en las costumbres de manera duradera, elaborando una serie
de hábitos adecuados.
Diríamos
entonces que la virtud es la racionalización de la parte irracional del alma,
su “domesticación”. Cabe mencionar que la racionalidad a la que Aristóteles se
refiere es una racionalidad prudencial. Por tanto este conocimiento práctico,
está condicionado por el criterio de la eficacia y del ensayo-error, de ahí que
se organice en torno a normas determinadas por el hábito y la costumbre.
Virtudes
dianoéticas.
Aristóteles
trata estas virtudes en el libro VI de la Ética a Nicómaco. De lo mencionado
anteriormente, se deduce que la virtud fundamental de la parte racional del
alma, que guía a la parte irracional, debe ser precisamente la prudencia (Φρόνησις-
phrónesis). Aristóteles hace la distinción, frente a Platón entre phrónesis y
sophía. Para Aristóteles la sabiduría se refiere a lo necesario, lo que no nace
ni perece; la prudencia, en cambio, es la capacidad de deliberar sobre las
cosas contingentes, sobre las cosas en tanto que pueden no ser. No es, por
tanto, ciencia, sino juicio, discernimiento correcto de los posibles. La
prudencia es la habilidad del virtuoso, que guía a la virtud moral indicándole
los medios para alcanzar los fines.
·
* Tomás
de Aquino
Para el Doctor Angélico la
virtud es un hábito o disposición estable de las facultades del alma gracias al
cual ésta puede alcanzar más fácilmente los fines que le son propios.
Disposición estable para obrar bien.
La visión tomista de la virtud es fiel al
pensamiento aristotélico, Tomás de Aquino únicamente añadirá las virtudes teologales,
virtudes que Aristóteles no trata.
Para Aquino el alma realiza
los actos que le son propios mediante las facultades. Cuando estos actos se
repiten, las facultades adquieren unas cualidades gracias a las cuales el
sujeto puede realizar con más facilidad las actividades que les son propias.
Estas cualidades dan a las facultades una disposición añadida a su tendencia
natural y son los hábitos. Los hábitos pueden ser buenos (virtudes) o malos
(vicios). Son virtudes si le facultan al sujeto para la realización de actos
conforme a la norma de la moralidad, y son vicios si son contrarios a dicha
regla.
El Doctor Angélico considera que para una conducta
buena no es suficiente que la razón nos enseñe correctamente el deber, sino
que es necesario que la facultad
apetitiva esté bien dispuesta mediante el hábito de la virtud moral.
Expondré tres textos, en
tanto a la virtud, que Tomás de Aquino
trata en la Suma Teológica.
En este primer texto presenta
la virtud como la perfección de ciertas operaciones del alma:
1. “La virtud, como indica su mismo nombre,
importa una perfección de la potencia, según se ha dicho anteriormente (a.1).
De ahí que, siendo doble la potencia, a saber, potencia para ser y potencia
para obrar, tanto la perfección de la una como la de la otra se llamen virtud.
Pero la potencia para ser responde a la materia, que es ser en potencia,
mientras que la potencia para obrar responde a la forma, que es el principio de
la operación, ya que cada cosa obra en cuanto que es en acto. Ahora bien, en la
constitución del hombre, el cuerpo es como la materia, mientras que el alma es
como la forma. Por parte del cuerpo, el hombre conviene con los demás animales;
y lo mismo hay que decir respecto de aquellas facultades que son comunes al
cuerpo y al alma, pues tan sólo aquellas facultades que son propias del alma,
esto es, las racionales, son exclusivas del hombre. Por consiguiente, la virtud
humana, de la que estamos hablando, no puede pertenecer al cuerpo, sino a lo
que es exclusivamente propio del alma. En conclusión, la virtud humana no
importa orden al ser, sino más bien a la operación y, por tanto, la virtud
humana es esencialmente un hábito operativo.” Santo
Tomás, Suma Teológica I-II, cuestión 55, artículo 3
En el segundo la relaciona
con los hábitos que inclinan al bien:
2.
“(...) El fin de la virtud, por tratarse de
un hábito operativo, es la misma operación. Pero hay que notar que unos hábitos
operativos disponen siempre para el mal, como son los hábitos viciosos; otros
disponen unas veces para el bien y otras veces para el mal, como la opinión,
que puede ser verdadera o falsa; la virtud, en cambio, es un hábito que dispone
siempre para el bien. Por eso, para distinguir la virtud de los hábitos que
disponen siempre para el mal, se dice por la que se vive rectamente; y para
distinguirla de aquellos otros que unas veces inclinan al bien y otras veces al
mal, se dice de la cual nadie usa mal. (...)” Santo Tomás, Suma Teológica
I-II, cuestión 55, artículo 4
En el tercer texto distingue
la virtud intelectual de la virtud moral, la primera como perfección del
entendimiento, la segunda como perfección del apetito.
3. “La virtud humana es un hábito que
perfecciona al hombre para obrar bien. Ahora bien, en el hombre hay un doble
principio de actos humanos, a saber, el entendimiento o razón, y el apetito,
pues éstos son los dos motores que hay en el hombre, según se dice en el libro
III De anima. Por consiguiente, es necesario que toda virtud humana perfeccione
a uno de estos principios. Si perfecciona, pues, al entendimiento, especulativo
o práctico, para el bien obrar del hombre, será una virtud intelectual; y, si
perfecciona la parte apetitiva, será una virtud moral. Resulta, por tanto, que
toda virtud humana o es intelectual o es moral.” Santo
Tomás, Suma Teológica I-II, cuestión 58, artículo 3
Por tanto, después de lo
expuesto, la virtud es un medio entre dos vicios: uno representa un exceso, el
otro un defecto. El valor es un medio entre la cobardía y la temeridad, la
generosidad un medio entre la prodigalidad y la avaricia, etc. La virtud se
establece como un uso mesurado de las pasiones. Además de las virtudes
teologales tratadas por el Doctor Angélico.
El ser único. Ousía: sustancia
y esencia.
"Y
las causas se dividen en cuatro, una de las cuales decimos que es la substancia
[οὐσíα, ousía] y la esencia [tò tí ên eînai, quod quid erat esse] (pues el por qué
se reduce al concepto [lógos] último, y el por qué primero es causa y
principio); otra es la materia o el sujeto; la tercera, aquella de donde
procede el principio del movimiento, y la cuarta, la que se opone a ésta, es
decir, la causa final o el bien (pues éste es el fin de cualquier generación y
movimiento)." Aristóteles.
Metafísica, I, 3., 983a
La sustancia, “Ousía, es aquello en virtud de lo cual un ente se
halla constituido y es capaz, en última instancia, de mantenerse y ser aquello
que es. Lo que solemos entender por esencia. Asimismo, la noción filosófica de
ousía incluye tradicionalmente una directa referencia al término
"identidad". En efecto, a toda realidad presentada en términos de
unicidad e inmutabilidad le pertenece correlativa y básicamente el predicado de
identidad y el predicado de mismidad. La ousía es entonces soporte de
accidentes y esencia permanente e idéntica a sí.” Etimologías Filosóficas.
Del hombre individual
podemos decir que es hombre, por lo que ese término que significa hombre se
predica de su ser, y podemos decir que es individual (único), predicando
entonces como cualidad dentro de aquel su individualidad; pero el individuo en
sí, la persona específica y particular, el ser o ente determinado sobre el que
recaen esas cualidades, el sujeto, es un elemento que no puede ser predicado
sobre ninguna otra cosa, que no puede constituirse como cualidad dentro de
ningún otro sujeto, es decir es único.
Aristóteles consagró
definitivamente el término ousía, dándole una relevancia. Distinguió entre
ousía primera y ousía segunda:
· *
La ousía primera es el individuo concreto, un
conjunto (sýnolon) compuesto de materia y forma (hile-mórfico). Sustancia
primera es la entidad realmente existente, no abstracta ni fruto de una
operación de la imaginación y el entendimiento; y
·
* La sustancia segunda es la forma esencial de
un ser, su estructura característica, esto es, lo que responde a la pregunta
por el quid de la cosa (quid est?), o sea: géneros y especies: su esencia
(essentia).
Para Aristóteles, la
sustancia primera es el sujeto genuino de la sustancia segunda, como cuando
decimos: esto es un humano, donde el sujeto es concreto y real, es la sustancia
primera y huemano, la sustancia segunda, un género que predicamos de este
sujeto concreto. El modo de usar la sustancia primera como predicado es
atribuyéndosela a un deíctico, por ejemplo: Ese es Pedro, donde Pedro,
sustancia primera, es el nombre propio de una entidad.
Así, por su parte, la
sustancia primera es la entidad de una cosa individual y concreta (no
hay otra entidad igual que Ángel). Así la sustancia segunda hace referencia a
la cosa en cuanto está determinada por ciertas propiedades que son comunes a
otras. Por ejemplo “humano”, se dice de uno y muchos otros. Es la forma
genérica (género) en la que se pueden incluir las diferentes especies.
En cambio, y es esta por la
que somos únicos, la sustancia segunda, lo que la cosa, suele traducirse por
esencia (lat. essentia) y es la determinación formal de la cosa, abstraído
(sustraido o restado) el sustrato material, concreto, individual y único.
Por consiguiente: El Ser, es único en tanto que es, por su esencia.
Podríamos decir que: El ser es único en virtud de los atributos que le confiere la esencia.
Pero no podemos decir que: “Ser
único es una virtud”, como lo expresa la frase que aparece en la
imagen. Si hacemos como afirmativa esa premisa entonces estaríamos poniendo la
unicidad del ser a expensas de lo que el ejercicio de la virtud ejerza sobre el
sujeto, si éste no llegará a poner en acto el ejercicio del hábito que confiere
la virtud entonces rebajaríamos su esencia al acto en sí de ser único por el
ejercicio de la virtud, pero ya vimos que el ser es único en sí mismo, por su
esencia misma.
Referencias.
ARISTÓTELES. (2004).
Nicomachean Etichs [E.N.]. Broadie,
S. Rowe, Ch. (Trads). Oxford: Oxford, UP.
________. (2003). Acerca del
alma [D.A.]. Madrid: Gredos.
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma
Teológica I-II, cuestión 55, artículo 3.
__________. Suma Teológica
I-II, cuestión 55, artículo 4.
__________. Suma
Teológica I-II, cuestión 58, artículo 3.
NICOLAS ABBAGNANO. Historia de la Filosofía. Tomo I
Estimado Edgar, nada menos has podido conciliar la teoría de la virtud clásica, por pensadores de autoridad en la metafísica-ontología. No podías llegar a otra conclusión, que la que nos has postulado: la virtud de la unicidad, debida a nuestra esencia, que es única e indivisible.
ResponderBorrarTe cito esto último, porque el contexto actual, no es la esencia indivisible la premisa del ser, desde la perspectiva hermenéutica o postmoderna. Aquellas preguntas que planteó San Anselmo como inquirir por un "no ser", como algo imposible, ahora llegan a ser replanteadas, con lo multívoco de nuestra era.
En mi parecer, la virtud en Santo Tomás, antes es un valor que ha formado un hábito. Sería válido para nuestra sociedad, acaso, ¿que nos animemos a ser únicos en nuestros actos (no los hombres borrego de Ortega y Gasset o hombres caracol de Unamuno), para demostrar nuestro ser, de un modo auténtico?